Actualmente, los científicos rusos del Departamento de Astrobiología del Instituto Central de Investigaciones Nucleares están buscando pruebas de vida extraterrestre mediante el estudio de muestras de meteoritos que han caído en la Tierra.
La periodista de Sputnik Tatiana Pichúgina conversó con el académico ruso y jefe del Departamento de Astrobiología del Instituto Central de Investigaciones Nucleares, Alexéi Rosanov.
Rosanov se convirtió hace casi 20 años en el pionero de la paleontología bacterial. Lo hizo inspirado por el trabajo realizado por su colega estadounidense de la NASA David McKay y publicado en 1996. McKay supuso que el meteorito ALH84001 contenía estructuras parecidas a los microorganismos.
Este meteorito cayó en la Antártida aproximadamente hace 13.000 años y se mantuvo sepultado hasta 1984. Su contenido isotópico apunta a su origen marciano. Tras investigarlo por medio de un microscopio electrónico, los científicos descubrieron dentro un objeto parecido a una bacteria.
No obstante, no podían afirmar con certeza que se trataba del fósil de una bacteria orgánica debido al tamaño que tenía este cuerpo: varias decenas de nanómetros, menor que el núcleo de cualquier célula.
Hoy en día, los científicos rusos del Instituto Central de Investigaciones Nucleares están estudiando al meteorito Orgueil, que cayó en el sur de Francia el 14 de mayo de 1864. Rosanov decidió estudiar las muestras de Orgueil utilizando un novedoso microscopio electrónico. El científico ruso descubrió en estas muestras formaciones que se asemejan por su forma a las cianobacterias.
"Hay mucha agua en los poros de Orgueil, es un factor clave para los microorganismos", explicó a la periodista el científico británico del centro de astrobiología de la Universidad de Buckingham y coautor del estudio, Richard Guver.
Según Guver, los microorganismos pudieron conservarse en Orgueil ya que formaban parte del núcleo de un cometa protegido por una sólida capa exterior. Tras viajar en el espacio durante millones o incluso miles de millones de años, el meteorito se acercó al Sol, se calentó y acabó explotando. Uno de sus fragmentos cayó en la Tierra.
Por su parte, Dmitri Badiukov, jefe del laboratorio del Instituto de Geoquímica y Química Analítica de la Academia de Ciencias de Rusia, señaló que la discusión alrededor de la presencia de rastros de microorganismos en los meteoritos de los años 60 del siglo pasado se debía a la imperfección de los equipos que existían en aquella época.
Sin embargo y de acuerdo con el científico, una fuerte radiación galáctica 'bombardea' los meteoritos en el espacio. Ningún tipo de materia orgánica es capaz de sobrevivir a sus efectos.
"El plástico tras pasar varios años en la órbita se convierte en polvo. La esperanza de vida media de un meteorito en el espacio alcanza entre los 10 y 15 millones de años o más. Tenemos una gran experiencia, suficiente para poder notar algo extraño en el contenido de los meteoritos. Estoy seguro que en el 99,9% no hay rastros de microorganismos en estos objetos celestes", enfatizó el científico.
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