Investigadores del Instituto SETI no localizaron señales de radio artificiales en la superficie de este objeto rocoso que desconcierta a los científicos, que todavía no descartan que sea de naturaleza alienígena.
Las observaciones a largo plazo del asteroide Oumuamua en el momento de su aproximación a la Tierra excluyen la presencia en su superficie de cualquier fuente artificial de ondas de radio u otras señales, pero esto no puede descartar definitivamente que ese objeto tenga un origen extraterrestre no natural. Esta fue la conclusión de los astrónomos del Instituto SETI (Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre), que buscan formas de vida inteligente en el universo.
La importancia de Oumuamua radica en que se trata del primer asteroide detectado que no proviene del Sistema Solar, y su extraño comportamiento llevó incluso a algunos científicos a plantearse la posibilidad de que se tratara de una nave alienígena.
En un estudio que será publicado en la revista Acta Astronautica el próximo mes de febrero, los investigadores del SETI explicaron que utilizaron el campo de antenas Allen Telescope Array (ATA) para intentar detectar transmisiones de radio artificiales provenientes del Oumuamua. Las observaciones se realizaron entre el 23 de noviembre y el 5 de diciembre de 2017, y consistieron en 'escanear' el cuerpo celeste en búsqueda de este tipo de señales. No lograron detectar nada, aunque los especialistas buscaron incluso emisiones de potencia inferior a las que emiten nuestros celulares.
"Buscábamos una señal que demostrara que este objeto incorpora alguna tecnología, que era de origen artificial", explica Gerry Harp, el autor principal del estudio, en el artículo del SETI. "No encontramos tales emisiones, a pesar de una búsqueda bastante minuciosa", indicó el científico, puntualizando que las observaciones del instituto de investigación no descartan de manera concluyente que el asteroide pueda tener un origen no natural.
La naturaleza de Oumuamua ('primer mensajero', en hawaiano) ha estado rodeada de misterios desde el día en que fue descubierto por astrónomos de la Universidad de Hawái en octubre de 2017. Tras constatar cambios en la velocidad de su desplazamiento, el Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian (EE.UU.) llegó a sugerir recientemente que el aseteroide podría ser en realidad una "sonda" enviada a la Tierra de manera intencionada "por una civilización alienígena".
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